
la gente que va sola, duerme sola
el silencio se solaza con ella
a su casa llega sola: no enciende luces.
La sombra osa abrazarla: vecina, se aproxima,
sigilosa: sienta sus blandos huesos
sobre el sofa y rebulle sus rodillas
contra la carne sola. Cruza las manos
la gente sola y accede a su promiscua sonrisa
A veces, suspira o espectadora brutalmente. Alza la mano remisa
hacia eso.
El óleo consagrado de la calle
-consortes espectrales- pluraliza la espera.
Se esfuma el rostro en el espejo, hibrido,
acaso surge. Los retratos acechan
un asequible turno de perfumes.
Refugian los sueños: reflejan secos
borlas, tapices, cortinas, balcones,
enredaderas, el esbelto cenit.
La espalda de la gente solo es rugosa
Ancha, comba, recelosa. Muy dura al tacto.
La gente sola no muere, queda sola.
SAMIR NAZAL